domingo, 29 de noviembre de 2009

LA MOTIVACIÓN

Cuando en una Organización suceden una serie de aspectos negativos, como por ejemplo: no se cumplen los objetivos planteados, baja el rendimiento del personal, excesivo retraso en el trabajo, ingresos insuficientes etc., normalmente las primeras medidas sugeridas suelen ser parecidas a las siguientes: reducción o rotación de personal, eliminar gastos innecesarios (viajes, bonos, regalos, teléfonos, alimentación, etc.), reestructuración de la organización o del equipo, cambio de estrategias, etc.; medidas que pueden ser correctas, sin embargo, a la hora de aplicarlas debemos ser extremadamente cuidadosos porque afectan directa o indirectamente a los Recursos Humanos de la organización y su impacto puede ser contrario a lo planeado.

Existe un factor muy relevante, que si es ignorado, ningún plan, acción o estrategia podría alcanzar los resultados óptimos, ese factor es la MOTIVACIÓN de las personas.

Cada ser humano nace con ciertas habilidades, que es necesario fomentarlas y estimularlas para luego poder explotarlas. En las organizaciones pueden encontrarse individuos o equipos de trabajo con grandísimos potenciales, sin embargo, si no se sienten comprometidos y motivados, seguramente no emplearían ni siquiera la mitad de su capacidad. Entonces, es importantísimo que a la hora de plantearse estrategias de cualquier tipo, se tenga en cuenta el impacto que éstas causarán sobre las personas.

Para ello, es necesario que nos preguntemos si nuestros compañeros están motivados; si están contentos con lo que hacen o si trabajan en lo que les gusta; si el trabajo satisface sus expectativas y aspiraciones, su calidad de vida; ¿están ganando lo que merecen?

Esta es una tarea, y además un reto, extremadamente relevante para los líderes, quienes deben buscar mecanismos que permitan mantener a las personas motivadas en su trabajo y de esta manera alcanzar los objetivos y metas planteadas en sus organizaciones o equipos.

Es por ello, que hoy decidí enfocar mi segundo post a “La Motivación en el Trabajo en Equipo” y a las pequeñas acciones que como líderes podemos realizar para alcanzar grandes resultados. Por tanto, aquí van algunos consejos prácticos que no requieren de sabiduría especial ni esfuerzos sobrehumanos. Simplemente requieren de buena voluntad y una pequeña dosis de inteligencia emocional: 

·        El primer paso es lograr que cada individuo se sienta parte importante del equipo. Los valores y objetivos deben establecerse de manera clara y los miembros deben ser partícipes de ellos.
·        El entorno de trabajo debe ser siempre cómodo y cordial. Nadie tiene por qué soportar nuestro mal humor. Los problemas personales no deben extenderse al equipo, sin embargo, personas con problemas pueden requerir apoyo de equipo.
·        Los conflictos son importantes, requieren de mucha atención para resolverlos cuanto antes, ignorarlos solo los acrecentaría.
·        Es clave eliminar la incertidumbre ante cualquier situación. Se debe explicar siempre lo que acontece en la organización. Si se sienten identificados con la empresa y con los objetivos, se implicarán con el equipo y trabajarán para él.
·        A pesar de las situaciones adversas debemos ser positivos y actuar como si todo lo que esta sucediendo, estuviera calculado. Asimismo, debemos evitar transmitir inseguridad o turbación, actuando firmes e íntegros en las decisiones y acciones.
·        El líder no puede atribuirse los logros, sino al equipo, resaltando los aciertos y minimizando los errores, pero corrigiéndolos para el futuro. Las cosas buenas se las enseña en público, y los desaciertos en privado.
·        Hacer que los miembros participen en la toma de decisiones. Cuando se obtengan buenos resultados, se debe resaltar que fue gracias a ellos.
·        Las relaciones entre compañeros se las debe fomentar, evitando los trabajos aislados. Asimismo, evitemos al máximo que la gente trabaje con aspectos que no son de su agrado.
·        Las preferencias son odiosas, si las hay, no deben ser notorias.
·        Los sueldos y bonos deben estar acorde a las responsabilidades y esfuerzos, además de ser dignos.
·        Los premios en reconocimiento al buen trabajo son importantísimos. Si no pueden ser materiales o económicos, existen otros incentivos que no cuestan nada pero su impacto es sorprendente, como las felicitaciones, las tasas de café en el despacho, o actividades fuera del trabajo. Asimismo, aprenderse los nombres de las personas es de vital importancia.
·         Se debe otorgar a los miembros cierto grado de libertad para que elijan su forma de trabajar. Asimismo, debemos promover que sean responsables de sus acciones.
·        Se debe retroalimentar a los trabajadores tanto en las cosas positivas como negativas. Les gustará saber qué están haciendo bien y qué mal.
·        Confiar en la experiencia y habilidades de cada trabajador. Apoyarse en ellos y que se sientan útiles en cada momento.
·        Hay que brindarles oportunidades de capacitación y formación. Además, otorgarles nuevas funciones y retos, pero siempre de acuerdo a su capacidad y remuneración.

En fin, como puedes observar, existe una serie de acciones muy fáciles de aplicar y que pueden lograr resultados impresionantes. Sin embargo, la motivación no es una ciencia exacta, no a todas las personas se las motiva de la misma manera, esto dependerá de sus necesidades y otros aspectos difíciles de identificar, pero la inteligencia de quien motiva, radica en acercarse lo más posible a la realidad de las personas y apuntar a aspectos insatisfechos e importantes en sus vidas.

Nuestra organización, nuestros equipos, nuestros compañeros de trabajo, son nuestra segunda familia, pasamos quizás más tiempo en ellos que en nuestras casas, por tanto, démosles toda la atención necesaria.





No olvides que: “A mayor motivación, mayor productividad en los equipos de trabajo”.

sábado, 14 de noviembre de 2009

EMPATÍA Y TOLERANCIA EN EL TRABAJO EN EQUIPO

¿Crees tú que un equipo de trabajo que carezca de empatía y tolerancia puede llegar a ser exitoso?
Pues mi opinión es que tal vez sí, dependiendo de lo que se entienda por “exitoso”.
Pero con absoluta seguridad, los equipos de trabajo que posean las virtudes de la empatía y tolerancia llegarán a ser todavía más exitosos que los otros…
La empatía y tolerancia son virtudes, capacidades, herramientas, fenómenos, o como quiera llamárseles, que ayudan a que las relaciones interpersonales de los individuos sean más exitosas.
Empatía, según diversas definiciones, es la habilidad de comprender e involucrarse con las emociones y los motivos que impulsan a los demás a actuar o no actuar de ciertos modos. O más fácil, es “ponerse en los zapatos o en la piel del otro”; “mirar a través de los cristales de los demás”; “sentir las emociones de otros como si fuesen propias”, etc., etc.
Tolerancia por su parte, es la aceptación de la diversidad de opinión; la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás; saber respetar a las personas en su entorno, su forma de pensar, de ver las cosas, de sentir, etc. En síntesis, aceptar a los demás tal y como son.
Sin embargo, hay que tener cuidado en entender que ambos conceptos no necesariamente significan estar de acuerdo con lo que los otros dicen o piensan. No implica dejar de lado las convicciones propias.
Y ¿qué relación tienen la empatía y la tolerancia con el trabajo en equipo?
Muchísima!!!
Para que un equipo sea considerado como tal, deben cumplirse ciertas condiciones básicas, que son: La Confianza; La Comunicación; El Apoyo Mutuo; la comprensión e identificación con los objetivos; tratamiento de las Diferencias; y Liderazgo.
En cada una de estas condiciones, debe estar presente una altísima dosis de empatía y tolerancia. Pero ¿por qué?
Pensemos un poco…
La mayoría de las veces es difícil ponernos de acuerdo con personas que conocemos muy bien, como los familiares, la novia, los amigos, etc., incluso en cosas tan simples como elegir una película en el cine; el destino de las vacaciones de verano; el lugar dónde almorzar; qué canal de televisión captar; etc.
Imagínate una organización en la que casi nadie se conoce con nadie, en la que los individuos son de diferentes culturas, religiones, edades, creencias, experiencia, conocimientos, con estados anímicos desemejantes, unos con más problemas que otros, diferentes grados de motivación e intereses, etc..
A simple vista, pensar que esta organización trabaje en armonía pareciera de locos, sin embargo, en la vida real nos enfrentados diariamente a este reto. Los equipos de trabajo tienen la misión de alcanzar objetivos y metas comunes a través de la interacción de sus miembros, aplicando estrategias, procedimientos y metodologías que facilitan la consecución de lo planeado. Para lo cual, es imprescindible favorecer un entorno que permita a los miembros del equipo sentirse identificados con los objetivos, motivados en su trabajo, abiertos a la colaboración y comunicación mutua y que además cada quién asuma sus responsabilidades.
Pero ¿Cómo lograr esto? Pues difícilmente se lograría si los individuos no se entendieran entre sí, si la confianza fuera nula, si no se respetaran las opiniones, anhelos y aspiraciones de los demás.
Las acciones de las personas están movidas por sus percepciones. Nadie trabaja feliz en un entorno en el que no existe compresión y está corrompido por el egoísmo y la injusticia.
Hoy en día es más relevante asentarse en las emociones de las personas que en sus capacidades físicas o intelectuales. Es imprescindible que veamos más allá de nuestra propia perspectiva para entender a los demás e identificar sus necesidades. No podemos leer la mente de las personas, pero podemos intentar interpretar sus emociones, a través de las actitudes, de la forma y tono al hablar, de la mirada, de sus gestos.
Cada quién podrá sacar sus propias conclusiones respecto a si la empatía y la tolerancia son necesarias en el trabajo en equipo y en qué grado éstas afectan al éxito del mismo, sin embargo, yo les animo a que reflexionemos individualmente y percibamos la importancia de profundizar y desarrollar estas virtudes para aplicarlas en cada faceta de nuestra vida cotidiana.
Si tú formas parte de un equipo, independientemente de la posición que ocupes en el mismo, ya sea en tu organización, en los estudios o en la vida común y corriente, puedes utilizar estas “armas” para crecer y fortalecer tus relaciones humanas.

Para quienes gusten y tengan disponibles un par de minutos más de su tiempo, les invito a leer un cuento breve de los Hermanos Grimm, que se encuentra al final de esta página, a manera de entender que nuestras reacciones, desprovistas de empatía y tolerancia, pueden generar dolor y pena a los demás, y que en momentos de ira o tensión, nuestras decisiones deben ser tomadas precisamente con esas dos virtudes de las que hoy hablamos.

EL PLATO DE MADERA

Había una vez un hombre entrado en años que vivía en la casa de su hijo, tenía un nieto pequeño al que quería con locura.

Cada noche la familia se reunía a cenar en torno de una mesa grande, allí compartían unos buenos manjares y unas conversaciones serenas.

¡Pobre abuelo! Había pasado la vida trabajando de sol a sol con sus manos; Pero tanto trabajo se había cobrado un doloroso tributo: las manos del anciano temblaban como las hojas bajo el viento de otoño. A pesar de sus esfuerzos, a menudo los objetos se le caían de las manos y a veces se hacían añicos al dar en el suelo.

Durante las comidas, no acertaba a llevar la cuchara a la boca y su contenido se derramaba sobre el mantel. Para evitar tal molestia, procuraba acercarse al plato, y éste solía terminar roto en pedazos sobre las baldosas del comedor. Y así un día tras otro.

Su hijo, muy molesto por los temblores del abuelo, tomó una decisión que contrarió a toda la familia: desde aquel día, el abuelo comería en su habitación y usaría un plato de madera; así, ni mancharía los manteles ni rompería la vajilla.

El abuelo movía suavemente la cabeza con resignación, y de vez en cuando enjugaba unas lágrimas que le resbalaban por las mejillas; era muy duro aceptar aquella humillación.

Pasaron unas semanas y una tarde, cuando el hijo volvió a su casa, encontró al niño de nueve años enfrascado en una misteriosa tarea: el chico trabajaba un pedazo de madera con un cuchillo de cocina. El padre, lleno de curiosidad, le dijo:

- ¿Qué estas haciendo, con tanta seriedad? ¿Es una manualidad que te han mandado hacer en la escuela?

- No, papá – respondió el niño.

- Entonces, ¿de qué se trata? ¿No me lo puedes explicar?

- Claro que sí, papá. Estoy haciendo un plato de madera para cuando tú seas viejo y vengas a vivir conmigo.

- No entiendo hijo

- Cuando las manos te tiemblen y rompas mis platos, yo tendré ya listo este plato de madera para que lo uses en tu habitación

Al oír aquello, un dolor extraño le encogió las entrañas, de repente comprendió lo que había hecho con su propio padre. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, él sabía lo que tenía que hacer.

Esa tarde el hijo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días, el abuelo ocupo un lugar en la mesa con ellos.

Hermanos Grimm